Decía Carlo Ancelotti antes del partido ante el Mallorca que era una final, una cita vital para ganar la Liga. Que su cabeza estaba en el Mallorca y no en el Manchester City. Pero la verdad es que tanto su once, lógico, como la puesta en escena de su equipo, menos explicable, dejaron claro que los sentidos del equipo blanco estaban en el Etihad. Porque se quiera o no, es humano, natural. Los ocho puntos sobre el Barcelona a falta de 24 dibujaban un panorama para que fuese así por mucho que hicieran cálculos en los que de Xavi pudieran salir del Clásico a tiro de un partido del Madrid. La primera parte explicó con claridad que los de Ancelotti estaban en Inglaterra.

Nada más empezar la segunda parte el cambio de panorama fue radical. Porque el Madrid marcó pronto y se aseguró un triunfo que le da mucho en la Liga y llegar al Etihad sin daños en forma de lesiones. Y con Rüdiger, su domador de fieras, en plan soberano.

Ritmo del Ciudad de Palma

Venía los dos equipos de batallas intensas y vibrantes, la vividas ante Athletic y Manchester City, que la puesta en escena del partido pareció un viaje en el tiempo a los veranos del Ciudad de Palma. Unos con la herida sangrante de la final perdida y los otros mirando a Mánchester. Esa era la realidad de un partido que invitaba a entregarse a los brazos de Morfeo. Apenas Brahim trataba de rescatar al partido de las profundidades oníricas en las que estaba entregado y en el que el Mallorca era mucho más feliz que el Madrid. Tuvo que pasar media para que el pulso se acelerara con un cabezazo de Raíllo que hizo trabajar a Lunin.

¡Qué disparo, Jude!

El aviso de Raíllo lo recogió el Madrid al vuelo. Modric advirtió a los suyos de que o se movían o no había manera. La respuesta llegó de forma contundente. Bellingham se giró y lanzó un potente derechazo que voló hacía el 0-1, pero se chocó con el larguero de Rajkovic. Después de media hora propia del mejor producto para acabar con el insomnio el partido empezaba a parecer de competición oficial.

Rüdiger y las bestias

De todo lo que el Madrid tenía que proteger para el Etihad, Antonio Rüdiger era una prioridad. O la prioridad. Con su 2-0 por goleada sobre Haaland, el alemán no descansó y Ancelotti lo mandó a la arena de Son Moix para medirse con otra bestia: Muriqi. El albanés no es un guerrero cargado de ornamentos y coronas como la bestia noruega, pero es uno de esos gladiadores a los que nadie quiere tener como enemigo. Rüdiger aceptó el combate con el mismo espíritu que ante el 9 del City. Bajo su control tuvo al delantero que por donde pasa siembra dudas e inquietud. Por Rüdiger pasarán buena parte de las opciones del Madrid para estar en las semifinales de la Champions. . Al acabar. dio gracias a Alá, se abrazó con Muriqi y se fue a la ducha. Le espera su tercer duelo con Haaland. Por lo visto hasta ahora, el favorito es él

Aviso y respuesta

Por si sus jugadores no habían captado en la caseta que algo había que cambiar para ganar el partido, Ancelotti mandó a calentar nada más empezar la segunda parte a Camavinga, Rodrygo y Vinicius. Material pesado para ganar la batalla. Fuese o no consecuencia de ello, en solo un minuto Bellingham tuvo una buena ocasión y Tchouaméni encontró las redes del Mallorca en un disparo que dejó en el campo la duda de si era un golazo o un poco menos por rozar en un rival (Morlanes).

¿Que me abroncan? Pues yo juego

Vinicius fue suplente en un estadio que le tiene entre ceja y ceja. Desde que salió a calentar la bronca fue constante, y se hizo majestuosa cuando entró en el campo para ocupar el lugar de un Brahim que antes había perdonado la sentencia. La respuesta al broncazo provocado por su salida respondió Vinicius con fútbol. Una jugada enorme en la línea de fondo sentando a Maffeo, un remate que acabó en córner y el mensaje de que había salido al campo a llevarse el partido por delante. En apenas cinco minutos generó tres opciones de gol para su equipo.

Para Abdón, Darder y Lunin… y a Modric

Entró Abdón Prats para intentar cambiar la tarde. Sin jugar un solo minuto en La Cartuja regresó como héroe. 5.000 caretas con su rostro tributaron un cariñoso homenaje a un jugador que es de su gente, del Mallorca. Con él entró Darder, que puso a todos en pie con un disparo lejano que se iba a la escuadra de Lunin. Pero el ucraniano voló para mandar a saque de esquina un balón de gol.

Pero si hablamos de ovaciones, especial fue la que se llevó Luka Modric al ser sustituido a falta de cuatro minutos. Son Moix despidió al croata con un cariñosa salva de aplausos, consciente de que puede ser la última vez que lo haya visto. Porque el croata es patrimonio mundial del fútbol.