scasas lecciones podrá extraer el Madrid de la visita a Mallorca de cara al City. Pocos equipos hay más contrapuestos que el de Aguirre y Guardiola. En el del Vasco, defienden todos; en el del catalán, ataca la mayoría. Mientras el City disfrutó de una plácida tarde de rodaje y músculos relajados ante el Luton, el Madrid tuvo una de esos partidos de picar piedra y tragar engrudo. Fue una salida tan incómoda como una visita al urólogo, agravada por el hecho de que la próxima cita es con el dentista en el potro de tortura del Etihad, un escenario siempre temible para el Madrid.

No estaba la tarde para florituras. Por eso chirrió más que nunca un silbatazo de Sánchez Martínez para interrumpir no ya un sólo un ataque prometedor del Madrid, sino la mejor acción técnica del partido, una maniobra de bailarina de Bellingham para irse hasta de tres rivales. El trencilla la interrumpió por un leve toque del inglés en el cuello de Morlanes, desplazada como por arte de magia al rostro. Una jugada en la que se premió al pillo y se castigó al virtuoso.

Cuando el fútbol golpea, puede ser cruel. El jueves en Bilbao se vio cómo te puede cambiar la vida un penalti, un simple tiro desde once metros que puede sacar a la calle a un millón de personas y deprimir a todo un archipiélago. En esta ocasión fue Morlanes el que vivió la cara B del fútbol. Falló su tiro en la tanda cardiaca de La Cartuja y ayer rozó el disparo de Tchouaméni para desviarlo hasta la escuadra izquierda de Rajkovic. Un cúmulo de catastróficas desdichas para un futbolista, un club y una afición al que sólo once metros separaron de la orgía vivida en el Botxo.

Ancelotti dio las llaves del equipo a Modric, que es lo mismo que invertir en Letras del Tesoro. Cada balón que pasa por los pies del crata mejora, por más que en Son Moix no estuviera rodeado por los intocables Luka lo fue durante muchos años, un estatus que ha cambiado. Lo que no quiere decir que no siga siendo aprovechable en el Madrid. Más bien todo lo contrario.

“¡Brahim, tira!”. Eso gritó Modric después de que el 21 fallara un gol cantado por querer meterse con el balón en la portería. Poco después Fede falló otra que Clint Eatswood hubiera facturado sin pestañear en ‘Sin perdón’. Acabó sufriendo el Madrid, aliviado por Lunin, en un partido del que al menos debe extraer esa lección: semejantes alardes de etiqueta el miércoles te parten por la mitad.